Cuando
descubrí el malintencionamiento de las empresas a la hora de
fabricar sus productos me indigné mucho. Mucha gente piensa que los
productos que compramos actualmente se rompen más fácilmente que
los de antes. Todos hemos oído alguna vez por boca de alguien la
célebre frase “es que ya no los hacen como los de antes”. Pues
parece ser que esto es cierto y que las industrias construyen sus
productos con una corta vida media adrede para que se nos rompan y
consumamos más. Es decir, la obsolescencia o caducidad de los
productos está programada por las industrias.
Todo
empezó en 1924 cuando un cárter mundial de la industria de las
bombillas decidió reducir la vida útil de estas de 2.500 horas a
1.000 horas, lo cual consiguió en solo una década aunque la técnica
permitía ya fabricar bombillas de 100.000 horas de duración. De
hecho actualmente existe una bombilla en un parque de bomberos de
California que lleva en activo desde 1901 y su filamento no se ha
fundido aún.
Durante
la gran depresión estadounidense el empresario Bernard London
sugirió que para salir de la crisis se debería hacer obligatoria la
obsolescencia programada de modo que se reactivaría el consumo. Esta
idea no cuajó tal cual sino que en vez de hacerla obligatoria, en
los años 50 se empezó a utilizar la publicidad para crear necesidad
de consumo en la población. Entonces entró en el juego el crédito
bancario para satisfacer las necesidades de consumo de la gente,
haciendo negocio con esta adicción de la sociedad por productos que
no necesita, creada por la publicidad, y que hay que renovarlos
continuamente a causa de su obsolescencia temprana.
Hay
muchos ejemplos de la implantación de la obsolescencia como es el
cambio de calidad de las fibras de Nylon con las que originalmente se
hacían medias que no se hacían carreras y podrían durar lo
suficiente para ser usadas por más de una generación. También los
chips de conteo de muchos aparatos electrónicos para hacer que dejen
de funcionar cuando se hallan sobrepasado cierto número de usos. O
también las baterías u otros complementos frágiles e
irreemplazables de muchos aparatos. O los software que funcionan mal
porque en breve sale a la venta otro más avanzado.
Además
este ciclo vicioso de consumo enfermizo, publicidad corrosiva,
préstamo innecesario nos lleva a agotar recursos y crear residuos
que destruyen nuestro medio ambiente.
La
solución a este suicidio ecológico es el uso de materiales que
conviertan a los residuos actuales que son altamente tóxicos en
nutrientes al usar materiales biodegradables. Pero esto no soluciona
el problema socioeconómico, para ello es necesario alcanzar una
sociedad sostenible mediante el decrecimiento paulatino.